Tenía unas ganas terribles de decirle, como la más trivial de las mujeres:
“¡No me abandones, no dejes que me vaya, dómame, esclavízame, sé fuerte!”. Pero eran palabras que no podía ni sabía pronunciar.Después de abrazarlo lo único que dijo fue:
“Estoy tan contenta de estar contigo”. Era lo más que podía decir una persona de un carácter tan reservado como el suyo.
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